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Manou Dornbierer. Acapulco, Guerrero.

sábado, 13 de junio de 2015

SATIRICOSAS

Estimados lectores: este artículo se refiere a Colombia y personalmente me encuentro en Suiza, donde vine a presentar la colección MAPAMUNDI, pero eso no significa que no me haya dolido en el alma la nueva imposición del PRI en Guerrero. No cabe duda estamos en plena regresión al pasado no sólo por lo nacional sino porque es evidente que hay un arreglo entre los nuevos dueños de nuestro petróleo y el PRI.

Saludos de MD

COLOMBIA, OTRO PATIO TRASERO

 

Lo único que va a servir para meter al aro a los gobiernos, son las redes sociales. Por eso quieren los burócratas mundiales poner reglas para quitarnos la libertad, la única y verdadera libertad de expresión a nivel mundial de la que ha gozado la Humanidad. Hay que luchar para que no se atrevan, los que se sienten dueños del universo, a limitar el Internet, cuyo lema podría ser “Todos unidos por la libertad”. Grandes organizaciones en busca de libertad y justicia que gozan de otros medios de hacerse escuchar y leer, lo han comprendido: Aministía Internacional, como otras asociaciones de prestigio dentro del Nuevo Orden Mundial, se están apoyando para sus demandas en las redes sociales y mandan documentos como éste:

 

¡DEVUELVAN LAS TIERRAS ROBADAS EN COLOMBIA!” (25.2.15)

“¡Millones de hectáreas han sido abandonadas y robadas a sus legítimos propietarios! Si no se resuelve esta cuestión, no será posible una paz sostenible. "Dentro estaba la guerrilla, afuera estaban los paramilitares y nosotras estábamos en medio".
Los Playones de Pivijay es el lugar que el Estado otorgó a 75 mujeres campesinas, como parte de un proyecto gubernamental para aumentar los ingresos de las mujeres cabeza de familia. Pero cuando llegaron, esas tierras ya estaban bajo control de la guerrilla y pronto comenzó la presencia paramilitar en la zona. Las consecuencias de vivir en medio del conflicto fueron inmediatas: homicidios, desapariciones forzadas, reclutamientos forzosos, amenazas, quema de casas... En octubre de 1999 hubo una incursión paramilitar en un pueblo cercano en el que murieron al menos tres personas, incluida una mujer a la que le mutilaron los pechos. "El 14 de octubre de 1999 tuvimos que salir todas, nada más que con lo que teníamos puesto porque ya estaban muy cerca. (...) Nos quemaron los ranchos, nos robaron todo el ganado y los animales que teníamos de alimentos."
Tras el desplazamiento forzado, las mujeres se dispersaron. Pese a ello, siguió la persecución e incluso asesinaron a dos de ellas allá donde se habían instalado. En un principio, las autoridades rechazaron su declaración como población desplazada y les despojaron de sus tierras "por abandono". Sus fincas fueron ocupadas por terceros y explotadas económicamente. Hizo falta una década de lucha y el apoyo jurídico de una organización de derechos humanos para que la Corte Constitucional reconociese a estas mujeres sus derechos.
Aunque sus casos están ya incluidos en el proceso que prevé la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, se teme que las demoras administrativas dificulten el regreso de estas mujeres a sus tierras. Mientras, continúan las amenazas de muerte, las llamadas intimidatorias, la vigilancia. Este es sólo uno de los innumerables casos de comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes expulsadas de sus tierras durante el conflicto armado. Ocho millones de hectáreas han sido abandonadas y robadas. Casi seis millones de personas han tenido que abandonar sus casas. El 45% de los hogares de personas desplazadas está encabezado por mujeres. Amnistía Internacional exige al gobierno colombiano que devuelva las tierras robadas y garantice un retorno sostenible a sus legítimos propietarios. ¡Actúa!”.
Firmé, y apoyé como siempre a Amnistía Internacional y le envié la siguiente información veraz y comprobable recabada in situ, por mí en 2009: A ver si los gringos devuelven también a las familias de aquellos campesinos a los que les quitaron los “Llanos Orientales” y los obligaron a dedicarse a la producción de drogas, cuando las necesitaban para controlar a sus soldados en la guerra de Vietnam.
CONVERSACIÓN EN BOGOTÁ
“Fue allá por el año de 1966, a mitad de la guerra de Vietnam que duró de 1958 o 59 a 1975 y ya no sabían ni qué inventar para pararla…Bueno, pues le contaba que un día llegaron aquí los gringos a comprar por un pedazo de pan los Llanos Orientales, una planicie de 250 mil km2, muy rica, de clima fresquito, en que se cultivaba de todo y bien. Ahí junto a la Sierra de la Macarena montaron muy pronto los galerones en donde enseñaron a los agricultores pobres, que no se habían ido por la compra, a hacer cocaína con la hoja de coca, que no es lo mismo. ¿Trajo libros a corferias? ¿La invitaron a la universidad?
― Sí, se llama Memorias de un Delfín. Lo presenté ayer viernes en el Pabellón de México o mejor dicho, lo presentó muy bien el escritor colombiano, Arturo Guerrero. Y sí, al principio con el tema de periodismo político y querían que participara en una mesa redonda, porque vieron mi curriculum. Pero luego me dijeron que no e invitaron a Denise Dresser, una periodista simpatizante de los gringos.
– ¡Cuánto lo siento!
– No, yo no. Los gobiernos de Colombia y de México son muy derechistas y hoy están ambos al servicio de los gringos y no me puedo callar. Les hubiera quizás dicho sus frescas… Pero cuénteme más de Colombia, de la instalación de los gringos para la fabricación en grande de cocaína en su país.
– Empezó todo en Medellín y Cali en los años 60 –dijo retomando su experimentada visión de esa historia colombiana– una vez que compraron baratos los Llanos Orientales, los gringos construyeron aeropuertos. Trajeron mucha maquinaria y transportes terrestres. No tenían ni que ir a Bogotá, ni pasar aduana, ni nada. Aterrizaban directamente en los Llanos. Y empezaron a sacar mucha cocaína para los soldados de Vietnam. Sólo así los controlaban.
– ¿Y no les decía nada el gobierno por los aeropuertos?
– Los tenían tapados con ramas, pero el gobierno estaba de acuerdo seguramente.
            Esto me relataba ese colombiano, articulado y bien educado con el que tuve la suerte de platicar en Bogotá, mientras esperábamos el teleférico que lleva a la cima del cerro de Monserrate, junto al cerro de Guadalupe, dos sendas montañas, al borde mismo de modernas avenidas. De 2 640 metros el teleférico sube por encima de las copas de los árboles otros 500 m hasta llegar a los 3 130.
–Así fue –suspiró el hombre –, ellos empezaron la fabricación de cocaína en Colombia, ellos inventaron a los narcos y ahora resulta que someten a los países que los dejaron entrar.
Quizá, lectores, ya han leído varias veces esta información mía sobre los Llanos Orientales. Pero la repetiré cuantas veces venga a colación, porque son datos veraces, que hoy empatan en cierto modo con los de Amnistía Internacional.

 En agosto de 2004, el National Security Archive, grupo de investigación no gubernamental con sede en la Universidad de Washington dijo: “Antiguo senador y actual presidente de Colombia, Álvaro Uribe fue enlace y cercano amigo personal de Pablo Escobar”.  

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