“POETA EN NUEVA YORK”
Hoy se festeja una gran fecha en
la Historia, la Independencia de Estados Unidos , el 4 de julio de 1776. Y hoy millones
de personas en el planeta nos preguntamos si no se dan cuenta los
estadunidenses que no están ya aplicando los grandes principios por los que nació
su gran nación.
Siempre se ha dicho que los artistas son las antenas de
la Humanidad. Que pueden sentir y, sobre todo, ver más allá que otros seres.
Que no desaparecen, mueren, pero se les encuentra de repente en otra época que
ya previeron. Pocas veces se tiene la ocasión de comprobarlo. La he tenido en los
últimos tiempos con Federico García Lorca. No sé por qué, pero está en el aire en
este momento de crisis mundial económica parecida a la que sufría Nueva York cuando
él estuvo ahí invitado a dar conferencias en la universidad de Columbia y detestó
el capitalismo. De gringos y cubanos habla “Poeta en Nueva York”. Deberían en estos
momentos recuperar el soberbio poemario que escribió entre 1929 y 1930. Se publicó
cuatro años después de su muerte.
Y
hoy también es un momento histórico similar de sofocación económica y Lorca podría
decir lo mismo que dijo en ese lapso tan pequeño del 29 al 30, cuando estuvo en
América. ¡Qué pronto se gastó el capitalismo a ultranza!
Y
si en la obra citada se habla de Estados Unidos, también se habla de la Habana,
porque ahí fue a dar y a respirar a gusto el poeta andaluz después de su estancia
en la Babel de Hierro. El hecho que hoy se unan esos dos países, el muy pequeño
y el muy grande, después de 57 años de odio y que coincidan con el Poeta en Nueva
York, es todo un acontecimiento.
“Yo
soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites
geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy
hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista,
abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos.
El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la
siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de
todos. Desde luego no creo en la frontera política”, decía .
“
A Lorca le impactó profundamente la sociedad norteamericana, sintiendo desde el
inicio de su estancia una profunda aversión hacia el capitalismo y la
industrialización de la sociedad moderna, al tiempo que repudiaba el trato
dispensado a la minoría negra. Poeta en
Nueva York fue para Lorca un grito de horror, de denuncia contra la
injusticia y la discriminación, contra la deshumanización de la sociedad
moderna y la alienación del ser humano, al tiempo que reclamaba una nueva
dimensión humana donde predominase la libertad y la justicia, el amor y la belleza.
Es por ello por lo que puede ser considerada una de las obras poéticas más
importantes y relevantes de la historia de este arte, dado su
trascendentalismo. Una crítica poética en un momento de cambios económicos y
sociales de una magnitud única en toda la historia de la humanidad, que convierte
esta obra en una profunda reflexión pesimista y hace que sea un nexo de unión
entre el modernismo y la nueva era tecnológica “, suenan modernísimas esas consideraciones
sobre el siempre vigente y polémico poeta andaluz.
Pero
¿por qué tanto hablar de García Lorca? Porque a lo mejor sigue preocupado por este
absurdo mundo y porque al releer el poemario se percibe lo poco que se modifica
la humanidad, lo casi nada que se resuelven los problemas, lo frágiles que son
los cambios ¿O qué a Barack Obama le parecen nuevos los disturbios raciales que
le organizan las policías blancas para despedirlo del principal trono de la Tierra?
En
1931, de regreso de Estados Unidos y de Cuba, la vida de Lorca cambió y creó, con
el que sería mi suegro, un grupo de teatro. Codirigió con Eduardo Ugarte, dice la
nota biográfica, La Barraca: un grupo
de teatro universitario que representó obras teatrales del Siglo de Oro
(Calderón de la Barca, Lope de Vega, Miguel de Cervantes) por ciudades y
pueblos de España. El proyecto se frustró con el estallido de la guerra civil
española.
De
Lorca escribí recientemente para mi libro de Mapamundi titulado en inglés,
“Such is life in the tropics”, Así es la vida
en los trópicos, una expresión inglesa displicente, pero no tan malvada, que
le va bien a historias de vida de los últimos quince años en la playa. Y una de
ellas le corresponde a Manola Saavedra que nació en 1936 - el año en que asesinaron
los fascistas a García Lorca- y me hablaba de él porque a sus manos llegó el
manuscrito de “Poeta en Nueva York” .
Un día que comíamos en nuestro rincón del
restaurant La Petite Belgique, el de
la avenida Cristóbal Colón, Manola me relató sus peripecias con la Fundación
García Lorca y el Ministerio de Cultura de España a propósito del manuscrito de
“Poeta en Nueva York”. La trataron fatal.
Por
necesidad, había tenido que ponerlo a la venta y se le fueron encima con las garras
de fuera. El histórico y único manuscrito había llegado a sus manos a través de
la señora de Ussía, su amiga, que la consideró digna de tenerlo. Ese manuscrito
se lo encargó en 1936 el poeta a su amigo, José Bergamín, al que conocí, era concuño
de mi suegro, Eduardo Ugarte Pagés, al que no conocí porque había fallecido.
Por azares del destino, este libro de
Acapulco, se presentó el 30 de mayo a la orilla del Lago de Lugano en Suiza, pero
mañana 5 de julio a las 18 horas, estará en la clausura de la Feria Internacional
del Libro en Acapulco.
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